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domingo, 22 de abril de 2012

Reflexiones sobre la película “El Pozo” por Liliana Ranieri, Psicoanalista especializada en problemas del desarrollo infantil.



Rodolfo Carnevale es un joven director, talentoso y audaz, que ha llevado a la pantalla imágenes de una realidad que no es fácil digerir: la de las personas afectadas por una patología que es la más devastadora del psiquismo humano: el Autismo.

La historia muestra los avatares de los vínculos familiares afectados por una cruda exigencia de la vida, como lo es convivir con alguien que sufre este grave padecimiento.

El Autismo es una patología que impide al sujeto humano aquello que es condición y meollo de su inserción en la cultura: las relaciones con el mundo, con las personas, con las cosas. Quienes lo padecen, sobre todo si esto ocurre desde el principio de su existencia (como en el caso de Pili, personaje que encarna la actriz Ana Fontán) están afectados en lo más primordial de la comunicación humana: la falta del recurso del habla, la mirada que evita y rehúye la solicitud del otro. Se trata de una mirada transparente, que no se logra encontrar, que únicamente muestra –sin decir- el “no existir” para nada y para nadie, la ausencia.
Los movimientos estereotipados, repetitivos, vacíos de significación, de deseo, la torpeza motriz son el resultado de un cuerpo del cual esa niña nunca se ha apropiado.

Encarnar este personaje es un desafío actoral de los más complejos. Hay un modo de la identificación que es requisito en la tarea del actor, un ponerse en la piel del personaje, que en este caso encuentra condiciones de máxima dificultad: ¿como ponerse en el lugar de quien no pudo construir un lugar en el mundo?
A pesar de ello, Ana Fontán  consigue conmovernos en muchas escenas, a través de un manejo corporal fiel a las características típicas del cuadro autista. En este mismo sentido, es muy destacada también la actuación de Ezequiel Rodriguez, encarnando el personaje de un joven afectado de Parálisis Cerebral.
Ambos personajes requirieron un trabajo intenso de compenetración con la realidad de las personas que padecen estas problemáticas.
Asimismo, el sufrimiento y los vaivenes emocionales que les toca padecer a los familiares, se han transformado en imágenes absolutamente representativas de la realidad, a través de las muy buenas actuaciones de Patricia Palmer y Eduardo Blanco, en el rol de padres de la niña.

Rodolfo Carnevale nos transmite una experiencia, inspirada en su propia historia de vida, por haberse criado junto a un hermano autista. De esta manera, realizó una película que fue claramente producto de la  fuerza de un deseo propio. La difícil tarea de los actores, contó seguramente con la energía de este deseo del director.

La película utiliza imágenes que evocan esa idea de vacío, de ausencia, de nada, de “pozo” dentro del  que se cae, como figuración de un supuesto mundo imaginario del autista.   No obstante, considero que esta “caída” difícilmente pueda conducir a un País de las Maravillas, pues en la mayor parte de los casos, el autista por si mismo, no  busca encontrarse con nada ni con nadie.
En cambio, es absolutamente imprescindible para que alguna modificación se produzca en un niño autista, que ese deseo de encontrar el “País de las maravillas” provenga de las personas más cercanas (familiares, terapeutas, educadores, etc.).  
Probablemente, este fue el deseo que inspiró al director para realizar esta película, pero en la vida real, no es fácil que la familia pueda propiciar esa posibilidad, si no cuenta con una adecuada ayuda terapéutica.

Existen modos de intervenir por parte del sistema de salud y educación en nuestro país, que no son los que han sido mostrados en la película y que merecen ser tenidos en cuenta. Si bien el autismo ha sido siempre un campo de controversias en el terreno científico, existe un trabajo sostenido de investigación, de producción bibliográfica, de intervención terapéutica, tanto en el terreno de la medicina como en el del psicoanálisis, la psicología y la pedagogía. Hubo muchos avances en el terreno médico y experiencias clínicas en equipos terapéuticos, de los que he formado parte, que permitieron progresos importantes en muchos niños afectados por problemáticas tan graves.
Quizás muchos de ellos no arribaron a ningún “País de las Maravillas”, pero si han conseguido encontrar algún objeto que provocara un deseo y encendiera su mirada: un muñeco, un peluche, o quizá una pequeña estatuilla (como la que muestra la historia) que le habla y le dice que quiere jugar con ella.
Como terapeuta, he tenido ocasión de ser testigo de las primeras palabras de niños luego de meses o años de absoluto mutismo. Estas cosas no ocurren por azar, o por amor, simplemente. Tienen un fundamento en la intervención que muchos profesionales realizamos con chicos de estas características. Producir progresos importantes en un niño autista, requiere de una técnica sustentada en una teoría acerca de la constitución de un sujeto, al que hay que ayudar a construir desde sus orígenes, alternando con la tarea de contención y acompañamiento a la familia del paciente.

La película, cumple un cometido importante, en la medida que consigue producir en el espectador una profunda reflexión acerca de una realidad que cuesta figurarse.

Lic. Liliana Ranieri
Psicóloga
M.N. 5462

1 comentario:

  1. Muy profesional el comentario de Liliana y seguramente estare viendo la pelicula ya que me ha llamado mucho la atencio la problematica. Sds, M.

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